Sueños lozanos, sueños
añejos.
Percanta esculpida en
piel,
te silbo de lejos un
tango compadrito
y le afano las alas a
una paloma
pa llevarte bien lejos
de las luces de Boedo,
a lo que los otarios
llaman “Cielo”.
Morocha diminuta,
no contés las horas,
dejate llevar.
Mirás a tu alrededor,
vientos borrachos,
camas agujereadas,
es el linyera
chamuyando a la nada.
Escuchás a lo lejos a
un violín
llorándole a la Musa.
Una amapola pintando
mundos
te putea en italiano
y te manda cafishos en
trajes perfumados.
Una sirena custodia la
entrada,
estás en un bosque que
fue verde.
Hoy es gris, como ese
animalito
que te pareció ver por
ahí.
Un fogón negro te
llama,
son la reina y sus
muchachos
invocando al Gran
Malevo,
el gavión de la
milonga.
Se va oscureciendo,
los árboles respiran.
El pequeño animal gris
se planta soberbio a
fumar
mirándote de reojo.
Escote, abismo, mala
idea.
El zorro te mira de
pies a cabeza.
Pero vos, morocha
divina,
no rajás y le hacés
frente.
El bicho se rasca y
mira al cielo,
se inspira y escupe al
suelo.
Y con el pucho entre
los dientes
te suelta un piropo
callejero
Que sonrojaría al
mismo Mandinga
Pero en tu barrio de
Boedo
es una invitación a un
juego
que el zorro sabe de
memoria.
Les pega un grito al
resto
y te agarra de la
mano.
El zorro le pintó
berretines
a la morocha de Boedo.
Le pintó el mundo a su
antojo,
como él lo sueña, como
su bosque,
porque el zorro es amo
y señor
del bosque gris de
árboles secos.
Y de repente me
miraste,
el miedo pintao en la
trucha.
Yo también soy el
Zorro Gris,
todos los seres que
viste
son el Zorro Gris.
Quien entra en su
bosque
jamás vuelve a salir,
porque es el bosque
del zorro,
porque el bosque ES el
zorro…
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