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martes, agosto 28, 2012

Celeste y blanco



Tu mente se torna insignificante,
encerrada entre bonitas paredes
pintadas de buenas palabras
que esconden el oscuro mecanismo
de la máquina que baña tu cerebro.

Tu mente se vuelve obtusa,
andás por la vida
predicando las enseñanzas
de un dios timbero y sagaz,
que apuesta tu inocente inteligencia
y siempre obtiene lo que quiere.

Tu razón está ciega y sorda,
te empecinás en tomar el mismo camino
sin percibir la pesada mano
que te arrastra a sus deseos.
Y vos por ahí, hablando de libertad.

Porque esa omnipotencia
no te deja pensar ni escuchar,
todo un sistema hecho para que seas así
y vos alardeando con tu idea
de tener la única solución.

Todo en tu planeta es absoluto,
armado con grandes argumentos
que te hacen tan fanático
como a quienes criticás.
Es que es difícil hablar
con un fundamentalista.
Es muy difícil hablar
con quien no sabe escuchar.

El día que te saques la venda
vas a poder ver a la máquina
y a sus oscuros operarios.
Y vas a entender que el mundo
no necesita renovar empleados,
sino una violenta sacudida
que lo cambie por completo…

lunes, agosto 27, 2012

El Zorro Gris (La morocha de Boedo)


Sueños lozanos, sueños añejos.
Percanta esculpida en piel,
te silbo de lejos un tango compadrito
y le afano las alas a una paloma
pa llevarte bien lejos
de las luces de Boedo,
a lo que los otarios llaman “Cielo”.

Morocha diminuta,
no contés las horas, dejate llevar.
Mirás a tu alrededor,
vientos borrachos, camas agujereadas,
es el linyera chamuyando a la nada.

Escuchás a lo lejos a un violín
llorándole a la Musa.
Una amapola pintando mundos
te putea en italiano
y te manda cafishos en trajes perfumados.

Una sirena custodia la entrada,
estás en un bosque que fue verde.
Hoy es gris, como ese animalito
que te pareció ver por ahí.

Un fogón negro te llama,
son la reina y sus muchachos
invocando al Gran Malevo,
el gavión de la milonga.

Se va oscureciendo, los árboles respiran.
El pequeño animal gris
se planta soberbio a fumar
mirándote de reojo.

Escote, abismo, mala idea.
El zorro te mira de pies a cabeza.
Pero vos, morocha divina,
no rajás y le hacés frente.

El bicho se rasca y mira al cielo,
se inspira y escupe al suelo.
Y con el pucho entre los dientes
te suelta un piropo callejero
Que sonrojaría al mismo Mandinga

Pero en tu barrio de Boedo
es una invitación a un juego
que el zorro sabe de memoria.
Les pega un grito al resto
y te agarra de la mano.

El zorro le pintó berretines
a la morocha de Boedo.
Le pintó el mundo a su antojo,
como él lo sueña, como su bosque,
porque el zorro es amo y señor
del bosque gris de árboles secos.

Y de repente me miraste,
el miedo pintao en la trucha.
Yo también soy el Zorro Gris,
todos los seres que viste
son el Zorro Gris.
Quien entra en su bosque
jamás vuelve a salir,
porque es el bosque del zorro,
porque el bosque ES el zorro…

sábado, agosto 25, 2012

Defendiendo a Dios



Qué fuerte pisará Dios en la Tierra
que aplasta tantas cabezas
como las que dice haber creado.

No le echo la culpa al Padre,
el hombre pisotea al hombre
sin que el Cielo meta mano.

Se destruyen entre ellos,
con saña, con malicia, con odio,
intentando cuidar su propio ego.

¿Tan tonto será el Padre
que deja que sus hijos idiotas
lo culpen de sus propias miserias?

Más tonto es el humano,
que atribuye gracias y desgracias
a sus propias creaciones.

¿O será que el hombre
es la ilusión de un dios tóxico
que se droga con alabanzas?

Porque el humano le agradece
cuando su egoísmo es recompensado
sin preguntar demasiado.
Pero nunca se quedan callados
cuando los males se suceden.
Ahí aparecen el diablo y su rabo.

Y acá estoy, pensando y viendo
cómo el hombre, que pudo ser noble,
hoy va directo a su cementerio.

¿El Infierno? El mundo actual,
la máquina que ellos crearon,
la peste del sistema humano.

Lo correcto no es respetar preceptos,
es sentirse bien por dentro,
es no coartar la libertad de vivir.

El paraíso no es un jardín de colores,
puede ser un callejón,
mientras lo puedas elegir.

Está dentro de cada uno.
El paraíso es un alma en blanco, libre,
que ya no tiene nada en qué pensar…

miércoles, enero 19, 2011

Qué lindo eras, mundo...


Qué lindo era ver a la gente
saludándose en la calle,
ver a la muchachada alegre
reunirse en una plaza o un bar.

Qué lindo era escuchar,
percibir el timbre de voz ajeno,
no sólo machacar los dedos
en cuadraditos de plástico.

Qué lindo era mirarse, tocarse;
Sentir personas alrededor.
Me siento muy estúpido
mirando al frío cristal.

Qué lindo era charlar, discutir.
La sobremesa, un placer asesinado
por el cañón de rayos catódicos
y de la mierda más putrefacta.

Qué lindo era leer una carta, un libro.
Qué lindo era escribir locuras.
Qué lindo era vibrar con el viento,
respirar el aire cálido de la tarde
robado por vacíos chimentos.

Pero mejor que todo eso
es saber que todavía
quedamos algunos interiores
peleando porque estos placeres,
olvidados por la modernidad,
no se mueran jamás.

Y salvarlos de las garras del “progreso”,
porque si progresar es aislarnos,
 prefiero morir siendo un insano
que disfruta viendo las estrellas
un lunes a las diez de la noche…

sábado, enero 15, 2011

Olas salvajes


Olas salvajes rompiendo en el umbral de la vida. Quiero frío. Afuera se congela el viento, las aves caen como flechas de hielo. La gente muere en sus madrigueras. En cambio aquí, el agua grita y su vapor inmundo corroe las paredes. Y máquinas que taladran mi cabeza con un sonido ensordecedor. Máquinas, calor, mucho calor. Y ese ruido insoportable, esa orquesta demoníaca hablándome al oído, aturdiendo mis sentidos. El vapor ácido inunda mis pensamientos, el ardor sofocante se vuelve más intenso, las paredes se tiñeron de un rojo siniestro. Una sinestesia fatal confunde mis percepciones, pues veo notas musicales que se elevan desde el suelo. Y ríos de lava pasan a mi lado, con pequeños cangrejos negros en la superficie. Y esas máquinas, ese azote del destino, ese infernal sonido, ¡Dios! Esas moles metálicas, legiones de ellas produciendo ese ruido atroz, desesperante. Y el calor sangriento, el vapor inhumano, mastico azufre, la garganta seca, el aire caliente, la temperatura por las nubes y ¡Dios santo, ese ruido! ¡Por favor callen a las máquinas! Me estalla la cabeza, me palpita el corazón ausente, es un sufrimiento horrible, una tortura indescriptible, el calor me sofoca, el ruido que me atormenta sin piedad, esas máquinas de muerte que nunca se apagan…¡BASTA! No lo aguanto, no lo soporto, me estalla el cerebro… ¡BASTA, NO PUEDO MÁS! Y de repente… Silencio. Sólo se oye susurrar al viento helado. Y olas salvajes rompiendo en las manos de la Muerte…